19 de agosto de 2011

Lo mandado por Dios

Viernes XX del tiempo ordinario


Mt 22,34-40

“En aquel tiempo, cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: ‘Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?’. Él le dijo: ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas’.


COMENTARIO


Aquellos fariseos que preguntaron a Jesús sobre lo más importante en la Ley de Dios querían tenderle una trampa porque no querían saber que era el mismo Creador hecho hombre. Obtienen, sin embargo, una respuesta que les ponía en una difícil situación… exactamente como a nosotros.

Amar a Dios y amar al prójimo es expresión de lo que más importa en la Ley de Dios. Sin embargo, una cosa es decirlo de boca para afuera y otra, muy distinta, sentirlo en el corazón.

Se ama a Dios cuando se le tiene en cuenta para tomar decisiones; se ama al prójimo cuando no se murmura sobre el mismo, cuando no se siembra falso testimonio sobre el mismo y cuando, al fin y al cabo, se le perdona al igual que nosotros pedimos el perdón a Dios.


JESÚS, muy difícil se lo ponías a los que te preguntaban sobre la Ley de Dios y sobre qué era lo más importante. Amar al Creador y el prójimo no siempre resulta fácil para los hijos de Dios que tienen a Quien los creó en poco importante para sus vidas y a su prójimo como a alguien a quien mirar mal las más de las veces. Y eso no lo quiere Dios.





Eleuterio Fernández Guzmán

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