Lc 24, 13-25
“13 Aquel mismo
día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios
de Jerusalén, 14 y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. 15 Y
sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y
siguió con ellos; 16 pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.
17 El les dijo: ‘¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?’ Ellos
se pararon con aire entristecido. 18 Uno de ellos llamado Cleofás le respondió:
‘¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días
han pasado en ella?’ 19 El les dijo: ‘¿Qué cosas?’ Ellos le dijeron: ‘Lo de
Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de
Dios y de todo el pueblo; 20 cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le
condenaron a muerte y le crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que sería él el
que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días
desde que esto pasó. 22 El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han
sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, 23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto
una aparición de ángeles, que decían que él
vivía. 24 Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo
hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.’ 25 El les dijo: ‘¡Oh insensatos y tardos de
corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el
Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?’ 27 Y, empezando por Moisés y
continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas
las Escrituras. 28 Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de
seguir adelante. 29 Pero ellos le forzaron diciéndole: ‘Quédate con nosotros,
porque atardece y el día ya ha declinado.’ Y entró a quedarse con ellos. 30 Y
sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la
bendición, lo partió y se lo iba dando.31 Entonces
se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. 32 Se
dijeron uno a otro: ‘¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros
cuando nos hablaba en el camino y nos
explicaba las Escrituras?’ 33 Y, levantándose al momento, se volvieron a
Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, 34 que decían: ‘¡Es verdad! ¡El Señor
ha resucitado y se ha aparecido a Simón!’ 35 Ellos, por su parte, contaron lo
que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.”
COMENTARIO
Tampoco
debería extrañarnos tanto que aquellos hombres estuvieran preocupados por todo
lo que había pasado. Y es que a su Maestro lo acababan de matar en una Cruz y
lo más prudente, humanamente hablando, era salir corriendo hacia su pueblo.
Ellos,
claro, no sabían nada de lo que había pasado. Por eso no acaban de comprender
que alguien les diga lo que les dice aquel que los acompaña. Y es cuando parte
el pan cuando se dan cuenta de que es su Maestro el que ha estado y está con
ellos.
No
es poco cierto que, en su descargo, podemos decir que, en cuanto se dieron
cuenta de que era Jesús quien les había partido el pan salen corriendo hacia
donde estaban los Apóstoles para decir lo que les había pasado. Y es que, al
fin, se les abrieron los ojos.
JESÚS, gracias por haber abierto los ojos a los de Emaús.
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