29 de abril de 2020

Ser humilde


Mt 11, 25-30
"En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: 'Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 'Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.'"

COMENTARIO

Lo que nos dice el Hijo de Dios y recoge el evangelista que fuera recaudador de impuestos es de tanta importancia que debería formar parte el frontispicio de nuestra vida. Y es que tiene que ver, totalmente, con cómo debemos ser para ser agradables a Dios.
Es bien cierto que aquellos que escuchaban a Jesucristo esperaban que su Maestro les llevara al corazón pensamientos que les fueran agradables o que, digamos, no molestara a su realidad. Sin embargo, no siempre era así, claro está.
Ser humilde no es poca cosa. Es decir, saber serlo supone que, por nuestra parte, sabemos en qué posición estamos con respecto a Dios. Y eso es lo que pide Jesucristo: que seamos humildes porque Él lo es y, sin duda alguna, no hay mejor ejemplo que seguir.

JESÚS, gracias por ser humilde.

Eleuterio Fernández Guzmán

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