“29 Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago
y Juan a casa de
Simón y Andrés. 30 La suegra de Simón estaba en cama
con fiebre; y le hablan de ella. 31 Se acercó y, tomándola de la mano, la
levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. 32 Al atardecer, a la
puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; 33 la ciudad
entera estaba agolpada a la puerta. 34 Jesús curó a muchos que se encontraban
mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a
los demonios, pues le conocían. 35 De madrugada, cuando todavía estaba muy
oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer
oración. 36 Simón y sus compañeros fueron en su busca; 37 al encontrarle, le
dicen: ‘Todos te buscan.’ 38 Él les dice: ‘Vayamos a otra parte, a los pueblos
vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.’ 39 Y
recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.”
COMENTARIO
El
caso de la suegra de Pedro era uno de tantos a los que se enfrentó Jesucristo
en su vida de predicación y de transmisión de la Buena Noticia. Y hace lo único
que puede hacer quien puede hacerlo: curar, sanar, dejar limpio el cuerpo y el
alma.
No
debe extrañarnos nada de nada lo que hacen aquellos que necesitan el auxilio
del Hijo de Dios. Por eso, en cuanto se dan cuenta de que ha ido a determinado
lugar, van a buscarlo. Lo necesitan de verdad.
Lo
que dice Jesucristo es muy importante y dice mucho, debería decir mucho, a los
que creen que aquel Maestro no sabía que era Dios hecho hombre. Y es que dice que
ha salido para eso, para predicar. Y es era plenamente consciente de su ser y
de su naturaleza.
JESÚS, gracias por cumplir tan bien con tu misión.
Eleuterio Fernández Guzmán
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