Mc 5, 1-2.6-13.16-20
“1 Y
llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos. 2 Apenas saltó de
la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros,
un
hombre con espíritu inmundo.
6 Al ver de
lejos a Jesús, corrió y se postró ante él 7 y gritó con gran voz: ‘¿Qué tengo
yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me
atormentes.’ 8 Es que él le había dicho: ‘Espíritu inmundo, sal de este hombre.’
9 Y le preguntó: ‘¿Cuál es tu nombre?’ Le contesta: ‘Mi nombre es Legión,
porque somos muchos.’ 10 Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera
de la región. 11 Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del
monte; 12 y le suplicaron: ‘Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.’
13 Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los
puercos, y la piara - unos 2.0000 se arrojó al mar de lo alto del precipicio y
se fueron ahogando en el mar. 16 Los que lo habían visto les contaron lo
ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. 17 Entonces comenzaron a rogarle
que se alejara de su término. 18 Y al subir a la barca, el que había estado
endemoniado le pedía estar con él. 19 Pero no se lo concedió, sino que le dijo:
‘Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo
y que ha tenido compasión de ti.’ 20 Él se fue y empezó a proclamar por la
Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.”
COMENTARIO
No
es difícil entender que aquellos que habían visto lo que había hecho Jesucristo
con aquel hombre endemoniado se admirasen de lo que estaban viendo. Y es que no
es muy común asistir a un exorcismo y, entonces, quedar como si nada se hubiera
visto.
El
caso es que aquellos demonios conocían al Hijo de Dios. Y eso apuntaba tan
certeramente a la verdad que todos deberían haber comprendido (al menos,
aquellos que allí estaban) que sí, que el Maestro era el Mesías.
A
otro respecto, siempre podemos ver a
Jesucristo caminando de un lado para otro. Y es que debía cumplir con la misión
que se le había enviado al mundo y, de ninguna de las maneras iba a decepcionar
a su Padre del Cielo.
JESÚS, gracias por ser misericordioso.
Eleuterio Fernández Guzmán
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