8 de febrero de 2020

La Misericordia de Dios

Mc 6, 30-34
"Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: 'Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco.' Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas."
COMENTARIO

Este texto, este Evangelio de San Marcos, nos habla de algo que es fundamental entender y sin lo cual no podemos alcanzar a comprender la misión a la que había sido enviado el Hijo de Dios: enseñar, predicar.
Jesucristo, de todas formas, sabía que había escogido a sus Doce Apóstoles porque ellos debían anunciar la Buena Nueva. Pero, para eso, debía enseñarles de una forma tal que, en efecto, pudieran comprender. Por eso quiere que se aparten de las multitudes.
Sin embargo, aquellos que querían escuchar al Maestro, a Quien enseñaba con autoridad, no se arredraban ante nada y, en cuanto sabía dónde estaba Jesucristo acudían prestos y con ansia de aprender. Y Él, de corazón puro y grande, no podía hacer otra cosa que mostrar su Misericordia y enseñarles. En realidad, para eso había salido.

JESÚS, gracias por tu inmensa generosidad y ternura para con nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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