17 de enero de 2019

Una fe muy grande




Mc 1,40-45

En aquel tiempo, vino a Jesús un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: ‘Si quieres, puedes limpiarme’. Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: ‘Quiero; queda limpio’. Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: ‘Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio’.
Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a Él de todas partes”.

COMENTARIO

Muchos necesitados sabían que Jesús podía hacer mucho por ellos. Por eso aquel leproso se arrodilla, en señal de adoración, ante Jesús. Quiere quedar limpio de la terrible enfermedad de la lepra que le aparta de la sociedad.

Jesús se compadece de aquel hombre que muestra confianza en su persona. Y es que le dice que si quiere puede curarlo. ¡Si quiere! Es expresión de entender que el Maestro puede, si quiere, hacer mucho por él. Y Jesús lo cura. No puede hacer menos por quien le muestra una tal fe, una tal confianza.

Jesús no quiere que se sepa aun que ha llegado el Mesías. Sabe que no están preparados todavía. Pero aquel hombre, curado de su enfermedad, no puede callar. Nos lo podemos imaginar dando loas y alabanzas a grito pelado por los caminos.

JESÚS, ayúdanos a tener una fe tan grande como la que manifestó aquel leproso.


Eleuterio Fernández Guzmán

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