5 de octubre de 2015

La verdadera misericordia de Dios


Lunes XXVII del tiempo ordinario
Lc 10,25-37

En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: ‘Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?’. Él le dijo: ‘¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?’. Respondió: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo’. Díjole entonces: ‘Bien has respondido. Haz eso y vivirás’.
Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: ‘Y ¿quién es mi prójimo?’. Jesús respondió: ‘Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?’. Él dijo: ‘El que practicó la misericordia con él’. Díjole Jesús: ‘Vete y haz tú lo mismo’.

COMENTARIO

Era muy común en aquellos que perseguían a Jesús querer plantearle preguntas para que, como Maestro de la Ley, las respondiese. Y lo hacían en cuanto podían. Ahora le pregunta, precisamente, por aquello más importante que es: el primer mandamiento de la Ley de Dios.

Aquellas personas debían conocer muy poco a Jesús. Además de que cualquier judío hubiera contestado lo mismo aquel hombre, que era Dios hecho ser humano, sabía perfectamente qué era lo más importante. Y, luego, lo que venía después: amar al prójimo.

Seguramente no esperaban lo que les iba a pasar. Jesús les da razón del caso de aquel, samaritano, que había auxiliado a un judío atacado por ladrones. Otros, fieles judíos, habían pasado de largo y tuvo que ser una persona de un pueblo no querido por el judío quien mostrase la misericordia de Dios. Y eso era lo que recomendaba Jesús.


JESÚS, ayúdanos a ser misericordiosos


Eleuterio Fernández Guzmán



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