7 de octubre de 2015

Padre y Nuestro

Miércoles XXVII del tiempo ordinario

Lc 11,1-4

Sucedió que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: ‘Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos’. Él les dijo: ‘Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación’”.

COMENTARIO

No es de extrañar que aquellos que estaban más cerca de Jesús, viendo cómo oraba al Padre y con qué intensidad lo hacía, quisiesen dirigirse a Dios en oración. Y le piden que les enseñe.

Jesús, en aquel momento, podía haberles dicho que oraran en silencio y en la intimidad aunque también podían hacerlo en comunidad. Pero les enseña una oración que, desde entonces, es la de todos sus hermanos.

El Padre Nuestro dice mucho de lo que queremos los hijos de Dios. No son demasiadas peticiones porque los hombres, a la hora de pedir, nunca nos quedamos cortos. Son, sin embargo, aquellas que lo son esenciales y que nos sirven para hablar con Dios y pedirle lo que, verdaderamente, nos conviene.


JESÚS, ayúdanos a pedir a Dios por lo que nos conviene.



Eleuterio Fernández Guzmán

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