Sábado XXIX del tiempo
ordinario
Lc 13,1-9
“En aquel tiempo, llegaron algunos que le contaron
lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus
sacrificios. Les respondió Jesús: ‘¿Pensáis que esos galileos eran más
pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os
lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos
dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que
eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo
aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo’.
Les dijo esta parábola: ‘Un hombre
tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo
encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya hace tres años que vengo a buscar fruto
en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?’.
Pero él le respondió: ‘Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto
cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da,
la cortas’’”.
COMENTARIO
Muchas de las personas que
vivían en tiempos de Jesús tenían, de la realidad, una visión muy equivocada:
estaban seguros que lo que le pasaba a una persona tenía relación directa con
lo que hacía. Por eso creían que las personas muertas como dice el evangelista
lo habían sido porque eran pecadores.
Jesús
sabe que eso no es así y que, en todo caso, serían otras las causas de aquellas
muertes tan terribles. Jesús tiene en cuenta una muerte más terrible: la
eterna. Por eso pide conversión a los que escuchan: para salvarse.
Pero
Dios tiene mucha paciencia con nosotros. No es que nos de uno o dos años para
corregirnos sino que nos da todo el tiempo que creamos conveniente o
necesitemos. Espera, eso sí, nuestra conversión, nuestra, en todo caso, confesión
de fe.
JESÚS, ayúdanos a corregir
nuestras imperfecciones y hacernos, así, lo mejor preparados a Dios que
podamos. Ayúdanos a dar buen fruto.
Eleuterio Fernández Guzmán
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