22 de diciembre de 2011

Magnífico Magnificat



Lc 1,46-56


 




“En aquel tiempo, dijo María: ‘Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham y de su linaje por los siglos’”.





María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a su casa.







COMENTARIO





María acudió a visitar a su pariente Isabel en cuanto supo que estaba embarazada. Fue para ayudarla en aquellos momentos pues, según le dijo Gabriel, estaba en cinta desde hacía seis meses y le quedaban, por lo tanto, tan sólo tres para dar a luz.





Isabel, la recibió diciéndole que no sabía la razón de que la madre de su Señor fuera a visitarla porque sabía que María estaba embarazada y esto sólo pudo ser debido a una inspiración del Espíritu Santo.





María proclama una oración que toda ella es magnífica: manifiesta su alegría por lo que le ha sucedido y lo que Dios ha hecho a lo largo de la historia del pueblo elegido Israel. Y, entonces… permaneció con Isabel. Allí, juntas, madres del profeta y de Dios.









JESÚS, tu Madre alaba a Dios por lo que hecho con ella. Agradece el bien que el Creador ha hecho por su pueblo y, en actitud de servicio, de entrega a ayudar a Isabel que, ya mayor, se ve en la tesitura de dar a luz a su primer y único hijo.











Eleuterio Fernández Guzmán







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