Lc 1, 39-47
“En aquellos días, se puso en camino María y se
fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de
Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de
gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo y exclamó a
gritos: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de
dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis
oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha
creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!’”
COMENTARIO
Cuando
el Ángel Gabriel deja a María, y ella sabe que su prima Isabel está embarazada
de seis meses, no lo duda ni un instante. Sabe que necesita ayuda una mujer de
edad avanzada para aquel momento y acude a su casa para echarle una mano.
Isabel,
esposa del sacerdote Zacarías, debe conocer que su prima María lleva al Hijo de
Dios en el vientre. Y es que, para empezar, cuando la ve, el niño que lleva
dentro (Juan el Bautista sería) salta en su vientre.
Isabel
proclama lo que es cierto y verdad: que María es bendita entre todas las
mujeres y que el niño que lleva en su seno es, nada más y nada menos, que su
Señor. Y entonces dice una gran verdad, otra: es feliz María que ha creído todo
lo que le ha dicho Dios.
JESÚS, gracias por escoger una Madre así.
Eleuterio Fernández Guzmán
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