Si se nos permite, vamos a no tener en cuenta el texto bíblico que el Calendario Litúrgico tiene reservado para hoy, 8 de diciembre que es, a saber, el del Evangelio San Lucas, en los versículos 26 al 38 del capítulo 1 del mismo. Y es que la fecha lo merece.
Hoy celebramos un día muy especial en el que recordamos que el poder de Dios es como es o, lo que es lo mismo, total y absoluto. Por eso lo llamamos Todopoderoso porque quien todo lo hizo es claro que puede hacer, simplemente, lo que quiera aunque a nosotros nos pueda parecer algo, primero, misterioso y, luego, difícil de entender.
El caso es que Dios quiso que su Madre no naciera con el pecado original lo cual, por otra parte, hubiera supuesto que su Hijo, el Mesías, Él mismo hecho hombre, hubiera hecho lo propio con el mismo pecado. Y eso, como es lógico, no podía ser y no fue.
Hizo Dios, pues, que María, viniera al mundo limpia de la iniquidad que cometieron Adán y Eva. Por eso hoy recordamos que María es Inmaculada porque ni tuvo pecado al nacer ni cometió ninguno en su vida.
Es cierto que hay quien dice que eso no es verdad y que lo único que hacemos los católicos es alabar, digamos, “demasiado” a la Virgen María. Y nosotros sabemos que eso lo dicen porque, en el fondo, no se siente hijos de María sino, sólo, hermanos de Jesucristo cuando, en realidad, lo segundo no es sin lo primero.
Nosotros, de todas formas, damos gracias a Dios por haber librado a María del pecado original y, luego, de haber sabido escoger Madre más que bien.
María, Virgen Inmaculada, ruega por nosotros.
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