4 de septiembre de 2017

Cumplir la voluntad de Dios no siempre era del agrado de todos


Lc 4, 16-22.24-27.29-30

“16 Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. 17 Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: 18 = El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos = 19 = y proclamar un año de gracia del Señor. = 20 Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. 21 Comenzó, pues, a decirles: ‘Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.’ 22 Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: ‘¿No es éste el hijo de José?’ 24 Y añadió: ‘En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.» 25 «Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; 26 y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a = una mujer viuda de Sarepta de Sidón. = 27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.’ 29 y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. 30 Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.’”


COMENTARIO

No podemos negar que en muchas ocasiones el Hijo de Dios debía decir la verdad y eso, precisamente eso, no venía bien a todos. Y hoy es uno de esos días.

No era poco cierto, sin embargo, que a los de su pueblo, Nazaret, les parecía extraño que uno de entre ellos, que además habían visto crecer hasta hacía bien poco, pudiera parecer ser lo que parecía. Y dudaban de su persona.

Pero debía, Cristo, continuar con su labor de predicación. Y no era poco decir que Dios había tenido en cuenta, en otros tiempos, a personas que no eran miembros del pueblo judío. Vamos, que también los amaba.



JESÚS,  ayúdanos a confiar ti siempre, siempre, siempre.



Eleuterio Fernández Guzmán

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