22 de febrero de 2014

Pedro





Mt 16,13-19

En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: ‘¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?’. Ellos dijeron: ‘Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas’. Díceles Él: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’. Simón Pedro contestó: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’. 

Replicando Jesús le dijo: ‘Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos’”.


COMENTARIO

Muchas veces pregunta Jesús a sus Apóstoles qué era lo que el resto de personas pensaba sobre Él. Había, al respecto, muchos pensamientos errados porque, al parecer, no todos tenían conocimiento de que era el Hijo de Dios o, como Él mismo dice, el Hijo del hombre.

Pedro, sin embargo, inspirado por el Espíritu Santo, acierta con la verdad: Jesús es el Hijo de Dios vivo. Eso, dicho así, podría parecer de poca importancia pues lo tenía delante pero era la expresión exacta de la divinidad del Maestro.

Jesús aprovecha tal ocasión para encargar a Pedro la dirección de la Iglesia que iba a constituir. Tal piedra, como roca fuerte, sería el sustento de la misma y las llaves que le entrega, aquí mismo lo dice el Ungido, son prueba suficiente de la constitución del papado.





JESÚS, aquellos que te escuchaban asistían a un momento muy importante de la historia de la humanidad. Ayúdanos a no olvidar tus santas palabras.





Eleuterio Fernández Guzmán


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