A lo largo de la historia
de la humanidad, el ser que se llama, a sí mismo, humano, ha caído
hasta profundidades grandes en materia moral, ética y de simple
comportamiento entre iguales.
Así, por ejemplo, cuando se
han sucedido grandes conflictos entre naciones (pensemos, por ejemplo,
en la I y II Guerra Mundial) la depravación más horrenda se ha
apoderado del comportamiento de seres que, de ordinario, se hubieran
tenido por pacíficos y entre sus comunidades de vecinos habrían pasado
por buenas personas y ejemplares padres.
Sin embargo, no hace falta
que nos encontremos ante algo que se pueda calificar como
extraordinario para que podamos entender que la humanidad ha venido a
menos. Es más, en lo más ordinario de todo comportarse el ser humano
puede llegar bajo, muy bajo.
Por ejemplo, en el caso del
aborto, sale a la luz pública la malsana creencia de determinados
seres humanos de estar en la seguridad de que pueden disponer de la
vida ajena.
A eso, además, lo llaman
“progreso”.
Se trata, pues, de la
muerte de seres humanos inocentes e imposibilitados para defenderse
que es a lo que, vulgarmente, se le llama asesinato. Así de simple.
Entonces ¿Qué es lo que
aquí debe preocupar? Pues el sentido que suele dársele al aborto y que
es lo que sigue.
La tranquilidad que, al
parecer, pueden tener las personas que tengan intención, o puedan
tenerla, de abortar: todo está controlado, permitido y fomentado por
el poder establecido.
Las mujeres que, a lo
mejor, se ven determinadas por el ambiente al aborto pueden saber que
está protegida su voluntad aniquiladora.
Los profesionales de la
medicina que hacen del aborto su negro y sangriento negocio y que
pueden dormir tranquilos pues ya han demostrado su nula conciencia por
saberse protegidos por la ley.
La absoluta determinación
porque tienen más que claro que el objeto del aborto es acabar con
determinado tipo de personas a las que no se les quiere por lo que
son, ni por su dignidad ni nada de nada. Determinación, por supuesto,
maligna y aberrante, nefasta y contraria a todo orden moral o ético.
Por eso, con personas como
las que defienden el aborto podemos tener bastante claro que la
humanidad es una que está caída porque ha puesto el interés egoísta
por encima de el que tendría que ser fundamental: la defensa de la
vida.
Por tanto, quien crea, aún,
que es posible mantener algún tipo de relación positiva con personas
como las defensoras del aborto puede ir despertando del sueño en el
que está sumido y, además, volver de Babia que es donde debe haber
pasado los últimos decenios que son los que lleva, en España, en
vigor, la legislación que facilita el asesinato de seres humanos.
Dice, muchas veces, el
salmista o, mejor, escribe sobre el abismo en el que es más que
posible caer según se haga qué cosas y según se actúe contra la Ley de
Dios. Y eso es lo que, exactamente, está pasando ahora mismo porque
mientras alguien lee este artículo más de un ser humano va a dejar de
existir porque una norma humana entiende que puede morir sin tener
ningún tipo de mala conciencia. Y a esto lo llaman, de forma
inapropiada, progreso... pero, también, negocio lucrativo.
Y, sí... ciertamente es un
progreso, pero uno que nos llevará hacia una tumba colectiva y tan
grande como pequeño es el corazón de piedra de quienes la están
cavando.
Mirar para otro lado es
un pecado que, seguro, nunca se perdonará.Eleuterio Fernández Guzmán
Publicado en Soto de la Marina
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