7 de noviembre de 2012

Seguir siempre a Cristo



Miércoles XXXI del tiempo ordinario

Lc 14,25-33

“En aquel tiempo, caminaba con Jesús mucha gente, y volviéndose les dijo: ‘Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío.

‘Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: ‘Este comenzó a edificar y no pudo terminar’. O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta antes y delibera si con diez mil puede salir al paso del que viene contra él con veinte mil? Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz. Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.’”



COMENTARIO

Seguir a Cristo no es nada fácil. Lo dice Él mismo en muchas ocasiones. Y lo hace, seguramente, para que sepamos a qué atenernos si escogemos estar a su lado y a querer la eternidad. Lo que es bueno para nosotros suele ser costoso y difícil.

Dice Jesús que hay que dejarlo todo para seguirlo. En realidad, hay que cambiar el corazón  y que el mismo ha de ser de carne y ya no de piedra. Dejarlo todo es venir a ser un ser humano renovado por dentro. Sólo así recibiremos el vino nuevo de la savia de Dios.

Pero también habla Jesús de la cruz. No se refiere, ahora, a la suya sino a la que cada cual cargamos. Seguirlo a Él supone, sin duda, no dejarla atrás sino llevarla con nosotros porque el Hijo de Dios nos ayuda a llevarla. No nos abandona y, por eso mismo, nos pide que estemos a su lado como somos.


JESÚS, nos quieres contigo con todas nuestras cargas. Como hermanos tuyos que somos sabemos, debemos saber, que nunca nos vas a abandonar. El caso es que, en demasiadas ocasiones olvidamos tan gran verdad y nos alejamos de ti.




Eleuterio Fernández Guzmán


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