18 de septiembre de 2012

Jesús sabe lo que necesitamos





Lc 7,11-17


“En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: ‘No llores’. Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: ‘Joven, a ti te digo: levántate’. El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: ‘Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y ‘Dios ha visitado a su pueblo’. Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina".


COMENTARIO

Jesús curó a muchas personas de enfermedades que no sólo lo eran sino que las mismas apartaban al enfermo de la sociedad como un apestado. Sin embargo, sabía que haciendo lo que hacía el bien era tanto para la persona curada como para la sociedad en general.

Aquella viuda que, además, había perdido a su hijo que llevaban a enterrar, se encontraba más que sola. Seguramente abocada a una vida mísera y no muy alejada de la muerte. Jesús sabía que tenía que hacer algo muy importante con aquel joven. Y lo hizo al devolver a la madre al único sostén que le quedaba en la vida.

No es de extrañar que dijeran, aquellos que habían visto la vuelta a la vida del hijo de la viuda de Naím,  que había llegado al mundo un ser divino y que un gran profeta les había visitado. Tampoco extraña, por tanto, que la fama de santidad se extendiera allá donde podía llegar la misma.


JESÚS, cuando haces algo tan importante como aquello que hiciste como aquel joven muerto, la necesidad ajena juega un papel muy importante en tus acciones. Sin embargo, ni aún así somos capaces de seguirte siempre.


Eleuterio Fernández Guzmán

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