Lc 1, 46-56
46
Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor
47 y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador 48 porque ha puesto los
ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones
me llamarán bienaventurada, 49 porque ha hecho en mi favor maravillas el
Poderoso, Santo es su nombre 50 y su misericordia alcanza de generación en
generación a los que le temen. 51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a
los que son soberbios en su propio corazón. 52 Derribó a los potentados de sus
tronos y exaltó a los humildes. 53 A los hambrientos colmó de bienes y despidió
a los ricos sin nada. 54 Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la
misericordia 55 - como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham
y de su linaje por los siglos». 56 María permaneció con ella unos tres meses, y
se volvió a su casa.
COMENTARIO
No
nos extraña nada de nada que, una joven como María, llena del Espíritu Santo
porque lleva en su seno al mismo Dios que va a ser hombre, ante las palabras de
su prima Isabel, pronuncie una de las oraciones mejores que puedan escucharse.
Y es que en el Magnificat se recoge mucha de la que fe y la confianza que
tenían aquella joven que había sí a Dios, a ser su Madre. Por eso ella, María,
se queda los tres meses que le quedan, más o menos, a Isabel para traer al
mundo al Precursor del Mesías. Y no podemos decir, ¡Qué menos!, sino que Dios
supone elegir tanto a una como a otra para cumplir con su misión en la historia
de la Salvación y ellas cumplieron a la perfección con la misma.
JESÚS, gracias
por tu Madre María.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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