Mt 1,18-24
“La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María,
estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró
encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería
ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
Así lo tenía planeado, cuando el
Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ‘José, hijo de David, no
temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del
Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él
salvará a su pueblo de sus pecados’. Todo esto sucedió para que se cumpliese el
oráculo del Señor por medio del profeta: ‘Ved que la virgen concebirá y dará a
luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: ‘Dios
con nosotros’’. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le
había mandado, y tomó consigo a su mujer”.
COMENTARIO
San Mateo hace hincapié en algo muy importante:
Jesús debía de tener un padre-hombre para que fuese reconocido como tal y
evitar, así, los posibles problemas que podía tener María al decir que estaba
embarazada. Es seguro que había sido lapidada.
Conocedor, como era, el Ángel, de lo que iba a
pasar, le dice a José lo que ha de suceder, el nombre del niño que va a nacer,
Jesús, apostillando, para demostrar lo que le decía, con las palabras del
profeta Isaías (Isaías 7, 14) lo que acabó de convencer a José: Virgen, María,
profeta, Emmnanuel-Dios con nosotros-… Todo era cierto, verdad.
La
fe que tiene aquel hombre que, escuchando al enviado de Dios para consolar su
corazón atribulado, no se le ocurre más que hacer lo que le dice quien era
mensajero de Dios. A José otra cosa no se le pasa por la mente ni, por supuesto,
por el corazón pues también debió consagrarse a Dios desde pequeño al igual que
lo debió hacer la joven María, su esposa
JESÚS, tu padre adoptivo, José, el carpintero de Nazaret, tuvo una fe
inquebrantable en Dios e hizo lo que dijo tu Ángel. Ayúdanos a ser fieles como
el esposo de María, Madre de Dios y madre nuestra.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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