Lc
2, 22-45
“22 Cuando se cumplieron
los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús
a Jerusalén para presentarle al Señor, 23 como está escrito en
la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor 24 y para
ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se
dice en la Ley del Señor. 25 Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado
Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y
estaba en él el Espíritu Santo. 26 Le había sido revelado por el Espíritu Santo
que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. 27 Movido por
el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para
cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, 28 le tomó en brazos y bendijo a
Dios diciendo: 29 «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se
vaya en paz; 30 porque han visto mis ojos tu salvación, 31 la que has preparado
a la vista de todos los pueblos, 32 luz para iluminar a los gentiles y gloria
de tu pueblo Israel». 33 Su padre y su madre estaban admirados de lo que se
decía de él. 34 Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto
para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -
35 ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al
descubierto las intenciones de muchos corazones». 36 Había también una
profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después
de casarse había vivido siete años con su marido,
37 y permaneció viuda hasta
los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y
día en ayunos y oraciones. 38 Como se presentase en aquella misma hora, alababa
a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. 39
Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea,
a su ciudad de Nazaret.
40 El niño crecía y se
fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él. 41
Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. 42 Cuando
tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta 43 y, al volverse,
pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. 44
Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban
entre los parientes y conocidos; 45 pero al no encontrarle, se volvieron a
Jerusalén en su busca.”
COMENTARIO
Como era de precepto
espiritual, los padres del Niño recién nacido lo llevan al Templo. Han de
presentarlo al Señor para ofrecérselo como hijo suyo que era. Por eso acuden a
Jerusalén cumpliendo con lo establecido. Y allí estaba Simeón, un anciano, un
hombre justo que sabía que, en cualquier momento de su vida, iba a ver al
Mesías. Y cuando lo ve no puede, ¡Que menos!, que dar las gracias a Dios y
pedirle que se lo lleve junto a sí. Y a María le deja un aviso muy grave: va a
sufrir mucho por aquel Niño que había sido enviado por Dios al mundo para que
el mundo se salvase pero que también le iba a causar un gran dolor.
JESÚS,
agradece a Simeón, de
nuestra parte, su gran confianza en Dios.
Eleuterio Fernández
Guzmán
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