Viernes XXVIII del tiempo ordinario
Lc 12,1-7
“En aquel tiempo, habiéndose reunido miles y miles de personas,
hasta pisarse unos a otros, Jesús se puso a decir primeramente a sus
discípulos: ‘Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de
saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que
hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los
terrados. Os digo a vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo,
y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed
a aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os
repito: temed a ése. ¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni
uno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza
están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos’”.
COMENTARIO
Jesús sabe qué es lo
importante para sus hermanos los hombres. Tiene por verdad, al serlo, que las
cosas mundanas tienen poco que ver con la salvación eterna. Tampoco tienen que
ver aquellas doctrinas equivocadas que muchos propagaban.
Dios, que todo lo conoce,
lo conoce todo. Y eso, que es propio de Cristo mismo, ha de estar al alcance de
todos. Por eso el Hijo de Dios advierte de que todo se conoce por parte del
Creador y que no podemos esconder nada.
Sin embargo, hay algo muy importante
que no debemos olvidar: lo que debemos cuidar es el alma de cara a la
eternidad. Es decir, no debemos temer porque se mate nuestro cuerpo sino porque
se mate nuestra alma y se eche al Infierno. Eso sí lo debemos temer.
JESÚS,
ayúdanos
a huir de aquellos que matan el alma o quieren matarla.
Eleuterio Fernández Guzmán
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