19 de julio de 2014

La misión de Cristo


Sábado XV del tiempo ordinario



Mt 12,14-21

En aquel tiempo, los fariseos se confabularon contra Él para ver cómo eliminarle. Jesús, al saberlo, se retiró de allí. Le siguieron muchos y los curó a todos. Y les mandó enérgicamente que no le descubrieran; para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: ‘He aquí mi Siervo, a quien elegí, mi Amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará el juicio a las naciones. No disputará ni gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz. La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante, hasta que lleve a la victoria el juicio: en su nombre pondrán las naciones su esperanza”.


COMENTARIO

Era de esperar que aquellos que perseguían a Jesús quisieran hacérselo pasar mal. Nos dice San Mateo que se confabulaban contra Él. Lo hacían porque había venido a traer al mundo la doctrina buena, la Palabra de Dios y la misma no siempre gustaba a quienes la escuchaban.

Jesús, sin embargo, no cesaba de cumplir aquello para lo que había venido. Curaba a los enfermos de cuerpo o de alma y continuaba con aquello que Dios le había encargado cumplir. Debía cumplir, además, con todo lo que estaba escrito.

Las características de comportamiento de Jesús bien las dice el naví Isaías: no actuará contra quien no lo tenga claro en la fe sino que tratará de afirmarlo en la misma, no terminará con quien tenga dudas en materia de fe y, es más, todo aquel que quiere salvarse confiará en su persona. Así fue y es Cristo.


JESÚS, tenías que cumplir una misión y la llevas a cabo con fidelidad al Creador. Ayúdanos a hacer nosotros lo mismo con lo que nos corresponde hacer.




Eleuterio Fernández Guzmán

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