11 de diciembre de 2013

Mansedumbre y humildad





Miércoles II de Adviento

Mt 11, 28-30

“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: ‘Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera’”.

COMENTARIO

Dios nos quiere a todos

Jesús quiere acercar a todos a  Dios, su Padre y el nuestro. Busca a los que están cansados porque no tienen muchas expectativas de vida, a los pobres que se sienten desamparados y a todos los que, de una manera o de otra, sufren.

Mansedumbre

Jesús, como Maestro, enseña todo lo que es bueno y benéfico para nuestra existencia. Enseña, por ejemplo, a ser manso. Dice que seamos mansos como Él lo es. Y quiere que llevemos su carga como Él lleva la nuestra y que seamos, así, compañeros en el camino hacia el definitivo Reino de Dios.


Humildad

Pero Jesús nos pide, también, que seamos humildes. Él lo fue y lo es porque sabe que la humildad es una buena cualidad del hijo de Dios. Si Él lo fue, nosotros, que somos sus discípulos, también lo debemos ser.


JESÚS, a lo largo de tu vida pública sólo nos diste buenos consejos y buenas recomendaciones. Ayúdanos a cumplir aquello que para ti es esencial.





Eleuterio Fernández Guzmán


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