17 de junio de 2013

La ley de Dios, exactamente, como es





Lunes XI del tiempo ordinario

Mt 5,38-42

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda’”.

COMENTARIO

Era lógico, según aquella forma de pensar, que cuando una persona, por ejemplo, lesionaba a otra, existía la intención de devolver el daño que se había hecho. Así no se actuaba con ninguna caridad ni con ninguna comprensión.

Jesús, que había venido a que se cumpliera la Ley de Dios punto por punto, no podía entender cómo se actuaba de aquella forma teniendo el Creador un corazón de misericordia. Así no se era un buen hijo de Dios.

La Ley de Dios llevaba implícito un gran cambio del corazón. Por eso debió extrañar mucho a los que le escuchaba que dijera que si alguien te pedía algo tenías que darle, a ser posible, más todavía y que era crucial, para la salvación eterna, ser bueno y misericordioso.


JESÚS,  sabes que el corazón del hombre es, demasiadas veces, duro y que no comprende ni entiende lo que, en verdad, es importante. Por eso te pedimos nos ayudes a ser buenos, misericordiosos y a tener un corazón limpio.





Eleuterio Fernández Guzmán

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