Camino de Pentecostés vamos porque nos sabemos hijos de Dios y queremos cumplir la voluntad del Padre. Por eso, aquellos que vieron a Cristo y oyeron sus palabras nos han transmitido, a través del Nuevo Testamento y de la Tradición, cuál es nuestra misión, aquello que no podemos dejar de hacer si es que queremos seguir llamándonos, como luego hicieron con ellos, cristianos.
Seremos, pues, enviados
Dijo San Josemaría, en la Homilía de Día de Pentecostés de 1969 que “El Señor nos dice en la Escritura Santa, nos ha salvado haciéndonos renacer por el bautismo, renovándonos por el Espíritu Santo que Él derramó copiosamente sobre nosotros, por Jesucristo Salvador nuestro, para que, justificados por la gracia, vengamos a ser herederos de la vida eterna conforme a la esperanza que tenemos”.
Y hacia ahí vamos, sin medida que falte en nuestro corazón del amor que debemos a Dios y a nuestro prójimo.
Tal es así que Cristo, que murió por nosotros y por nosotros se quedó para siempre a nuestro lado, espera algo de cada uno de sus hermanos en la fe y, en definitiva, hijos de Dios todos. Espera de nosotros que seamos fieles a la misión que nos encomendará y que ahora mismo, en este tiempo intermedio entre su Pascua y Pentecostés, estaba enseñando a sus más directos apóstoles.
Y nos mandará lo siguiente:
Amar.
Vivir con misericordia.
Ayudar al necesitado.
Y tales mandatos ya deben ser cumplidos ahora, porque conocemos nuestra fe y sabemos qué nos es exigido por formar parte del ejército de los hijos de Dios, soldados del Padre en lucha continua, desde nuestro corazón, contra el Mal y contra la mundanidad.
Que nuestra entrega al prójimo fuera total porque no otra cosa se espera de quien se sabe hermano del Hijo de Dios y tiene al resto de humanidad por personas a las que no puede olvidar por no ser de su propia familia. En todo caso sí forman parten de la familia humana.
Estamos, pues, en camino de Pentecostés y eso nos debería hacer pensar que todo aquello que hacemos en materia de oración es muy importante y que Dios espera que nos dirijamos a Él manifestando que somos sus hijos y que queremos, de nuevo, ser enviados. Y por eso caminamos hacia ese momento en el que Jesús, de nuevo, nos mande a predicar y a cumplir con lo que quedó dicho cuando creó la Iglesia, luego llamada católica.
Caminamos hacia Pentecostés. No olvidemos que eso es lo que espera Dios de nosotros.
Eleuterio Fernández Guzmán
Publicado en Soto de la Marina
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