Lunes
V de Pascua
Jn 14,21-26
“En aquel tiempo, Jesús habló así a sus
discípulos: ‘El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama;
y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él’.
Le dice Judas, no el Iscariote: ‘Señor, ¿qué pasa para que te vayas a
manifestar a nosotros y no al mundo?’. Jesús le respondió: ‘Si alguno me ama,
guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en
él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es
mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre
vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi
nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho’".
COMENTARIO
En la conversación que mantiene Jesús con sus
discípulos salen a relucir realidades espirituales que son cruciales par la
vida del creyente y del discípulo de Jesús. De todas ellas quería el Maestro
informar a los que serían sus apóstoles en Edmundo por venir.
El amor que se tiene por Jesús y, por tanto,
el hecho mismo de guardar sus palabras no es una realidad que se queda aislada
del resto de la Salvación. Es más, tiene una relación muy directa con Dios pues
Cristo es el Enviado del Todopoderoso, es más, es Dios hecho hombre.
Jesús nos pone sobre el camino de la venida
del Espíritu Santo. A partir de Pentecostés, la Tercera Persona de la Santísima
Trinidad se encomienda a nuestros corazones para que lo aceptemos y hagamos lo
propio con sus mociones.
JESÚS, aquellos que te escuchan han de saber
que eras Palabra de Dios porque eres Dios mismo. Eso, que es tan importante
para nosotros, lo olvidamos demasiadas veces.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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