19 de febrero de 2013

Dios Padre, Padre nuestro




Martes I de Cuaresma

Mt 6,7-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.

‘Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas’”.

COMENTARIO

Era lógico que los discípulos, viendo a Jesús en un estado de oración tan profundo, quisieran que les enseñaran aquello que hacía, cómo se dirigía a Dios su Padre. Querían, al menos, imitar su actitud profunda de oración.

La oración que les enseña no pretende ser ostentosa ni está compuesta por un sinfín de palabras. El Padre nuestro es esencial y elemental para el discípulo de Cristo y, así, para el hijo de Dios. Enseña lo necesario para saber cuál es la voluntad de Dios.

En la oración enseñada por Cristo pedimos lo que es importante para nosotros y, también, lo que esperamos de Dios. Le pedimos lo que, en general, necesitamos aunque a veces no demos muestras de excesivo respeto hacia tales peticiones.



JESÚS, la oración que les enseñaste a los que te preguntaban es la misma que, muchos siglos después, proclamamos desde nuestro corazón tus discípulos. A veces, sin embargo, no parece que lo sintamos tanto como decimos.




Eleuterio Fernández Guzmán


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