16 de junio de 2012

Cristo estaba a las cosas de su Padre




Lc 2, 41-51

“Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: ‘Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando’. Él les dijo: ‘Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?’. Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.”


COMENTARIO

Cumpliendo con sus tradiciones, los judíos, y con el comportamiento ordinario de todo miembro del pueblo elegido, Jesús, María y José, acudían, regularmente, a Jerusalén, desde Nazaret, a celebrar la fiesta de la Pascua. El respeto a la Ley era, pues, elocuente. De hecho Jesús, en su vida, nunca se alejó del verdadero sentido que de Dios partió para que su semejanza, la que había creado, se condujera por el camino correcto.

Jesús, como tantas otras veces, nos sorprende con su actuación. No se limita a quedarse en Jerusalén (recordemos aquello de “porque me devora el celo por tu templo”, del Salmo 69,10 que les vino a la memoria a los apóstoles cuando zahirió  a las personas que negociaban con cosas religiosas, o más bien, utilizadas en el Templo) sino que, sabedor de su misión, debió de dirigirse directamente al Templo, donde tenía que demostrar su sabiduría.

Y estaba, sin duda, a las cosas de su Padre, de Dios porque era la voluntad del Creador.




JESÚS, sabías lo que tenías que hacer y lo hacías. Tenías fe y la demostrabas cumpliendo con la voluntad de Dios. Eso mismo deberíamos hacer nosotros siempre, siempre, siempre.




Eleuterio Fernández Guzmán


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