23 de marzo de 2024

Y querían matarlo

Jn 11, 45-57


"Al ver que Jesús había resucitado a Lázaro, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en Él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.

Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: '¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en Él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación'.

Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: 'Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?'

No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos. A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. Por eso Él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos.

Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: '¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?' Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde Él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo."

COMENTARIO

Al parecer, había muchos en el tiempo de la primera venida del Hijo de Dios al mundo que no acababan de comprender nada de nada que sí, que era el Mesías. Aunque es posible que lo entendieran perfectamente y por eso mismo quisieran matarlo. Y es que ya son varias las ocasiones en las que podemos leer que quieren buscarlo para detenerlo y, sencillamente, matarlo. 

Resucitar a Lázaro no es algo que cualquiera pudiera hacer si es que no tenía el poder de Dios o, por eso mismo, sino era Dios mismo hecho hombre que era, precisamente, el caso. Y eso acabó de colmar el vaso de la escasa paciencia de aquellos que veían peligrar su forma de vida y que no eran, precisamente, los pobres...

Los poderosos del lugar habían dado la orden de detener al Hijo de Dios. Y ya sabemos cómo acabó todo porque, en realidad, ya estaba escrito...

JESÚS, gracias por cumplir con tu misión hasta las últimas consecuencias.

Eleuterio Fernández Guzmán

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