2 de febrero de 2022

Miércoles, 2 de febrero de 2022


Lc 2, 22-32


“Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: ’Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel.’”


COMENTARIO


Como era de esperar, José y María cumplen con la Ley y acuden al Templo para presentar a su hijo Jesús. Era algo que se hacía porque así estaba establecido y porque era un deber espiritual más que necesario.


Simeón, aquel anciano santo, esta como tantas otras veces en el Templo porque estaba seguro de que Dios le permitiría ver a su Mesías. Y aquel día se dio cuenta de que aquel Niño era, en verdad, el Enviado de Dios.


Lo que dice Simeón del Niño era lo que se esperaba de Quien era enviado por el Todopoderoso. Por eso no nos extraña que, en iluminara a las naciones y diera gloria al pueblo de Israel.



JESÚS, gracias por haber cumplido, desde aquel entonces, con tu misión.



Eleuterio Fernández Guzmán

No hay comentarios:

Publicar un comentario