Los textos bíblicos que se nos ofrecen para el día de hoy, 8 de
septiembre, tienen que ver con la generación de Jesucristo, con la venida al
mundo del Hijo de Dios.
Permita Dios que, sin embargo, dediquemos este pequeño comentario a
lo que celebramos hoy: el nacimiento de su Madre.
María debía venir al mundo, así estaba dispuesto en el corazón de
Dios desde ante de todo, en su misma eternidad. Por eso la privó, para su bien,
del pecado original en el momento de ser concebida, también, de forma milagrosa
por una mujer ya anciana.
María vino al mundo para que el mundo se salvara. Tal era la misión
que tenía encomendada en su corazón. Y, como no podía fallar… no falló.
Pero hoy, 8 de septiembre, celebramos (y damos gracias a Dios por
eso) que nuestra Madre, y la suya (o, mejor al revés) nació. Y estamos
exultantes y gozosos, como el salmista que da gracias al Todopoderoso por
haberlo defendido. Y es que no fue poco que María nos defendiese del Mal
aceptando, con un sí eterno, la propuesta que, años después (tampoco muchos, la
verdad) le hiciera Gabriel, el Ángel de Dios.
DIOS Y PADRE NUESTRO, gracias por darnos a María, tu Madre y la
nuestra.
Eleuterio Fernández Guzmán
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