22 de noviembre de 2019

La cólera justificada de Dios

Lc 19, 45-48
"45 Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, 46 diciéndoles: 'Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!» 47 Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, 48 pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.'"

COMENTARIO

No nos extraña nada que hubiera, entonces y según estaba pasando, quien no entendiese que aquel hombre, que era pacífico y sereno y que predicaba como nadie había predicado hasta entonces, actuara de aquella forma tan terrible. Y es su acción sorprendió, incluso, a los suyos.
El Hijo de Dios era, y es, eso, Hijo de Dios. Por eso había ido acumulando, a lo largo de los años, aquella extraña sensación de que en el Templo, en la Casa de su Casa, no se hacía, muchas veces, lo que se debía hacer y se había convertido, según y cuándo, en un lugar de negocio y latrocinio.
Había, por tanto, quien quería, sencillamente, matarlo. Y es que no podemos negar que hacer aquello que estaba haciendo con aquella acción, no beneficiaba a los que sí se beneficiaban de ciertos negocios. De todas formas, aún no había llegado su hora ni su momento.

JESÚS, gracias por ser Tú.

Eleuterio Fernández Guzmán

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