Lc 7, 31-35
“En aquel tiempo, el Señor dijo: ‘¿Con quién,
pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se
parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a
otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos
entonando endechas, y no habéis llorado’. Porque ha venido Juan el Bautista,
que no comía pan ni bebía vino, y decís: ‘Demonio tiene’. Ha venido el Hijo del
hombre, que come y bebe, y decís: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo
de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus
hijos’”.
COMENTARIO
Jesús, siendo Dios hecho
hombre, tenía una idea bastante clara de qué pensaba el hombre de su tiempo y,
para ser más exacto, lo que tenía en su corazón el que formaba parte del pueblo
elegido por Dios.
Sabe Jesús que los
poderosos de entre los suyos actuaban con propio interés. Controlando y
dominando al pueblo hacían dejación de lo que, en verdad, era la misión que
tenían encomendada que era llevar la Palabra de Dios a los miembros del que lo
era judío.
Sin embargo ni con el
Bautista ni con Jesús aquellos sabios hacen lo que deben hacer. A uno por
defecto y al Hijo de Dios por exceso (según ellos) los tienen por malos para
sus intereses. Y los persiguen. Y es que no acaban de comprender la verdad, la
Verdad.
JESÚS, muchos de los poderosos de tu tiempo
no te quieren ni querían a tu primo Juan. Ayúdanos a no ser ciegos voluntarios
como ellos lo fueron.
Eleuterio Fernández
Guzmán
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