Lunes X del tiempo ordinario
Mt 5,1-12
“En aquel tiempo, viendo la
muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y
tomando la palabra, les enseñaba diciendo: ‘Bienaventurados los pobres de
espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los
mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que
lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan
por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los
perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con
mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos,
porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera
persiguieron a los profetas anteriores a vosotros’.
COMENTARIO
El
Hijo de Dios sabía que era muy difícil que aquellos que le escuchaban
comprendiesen totalmente el sentido último de la Ley de Dios, de aquellos
Mandamientos que Dios había entregado a Moisés. Por eso, probablemente en
momentos distintos, proclama las llamadas Bienaventuranzas.
Aquellas
sabias palabras contienen lo que el Todopoderoso quiere para sus hijos, en
sentido exacto, lo que se ha de cumplir para que quien eso haga alcance la vida
eterna. Por eso cada una de ellas es tan verdadera y tan cierta.
Todo
lo que aquí dice Jesucristo tiene que ver con lo bueno y mejor que el ser
humano ha de llevar a cabo para que Dios, su Padre y Señor, sepa que lo tiene
en cuenta y lo ama. Por eso era tan importante que se entendieran
perfectamente.
JESÚS, ayúdanos a
entender bien las Bienaventuranzas.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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