Martes X
del tiempo ordinario
Mt 5,13-16
“En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Vosotros sois la sal de la tierra.
Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más
que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz
del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni
tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el
candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos’”.
COMENTARIO
El Hijo de Dios sabe que
sus hermanos los hombres están dotados de una serie de dones y gracias que
deben dar sus frutos. Ellos, por decirlo en sus mismas palabras, son la sal de
la tierra que ha de dar sabor a la existencia del ser humano.
Sin embargo, no siempre el
ser humano hace, a tal respecto, lo que debe hacer. Pierde tal posibilidad de
dar sabor al mundo y se deja llevar por las no buenas intenciones. Entonces no
cumple la misión que tienen encomendada.
Pero los discípulos de
Cristo también son la luz del mundo según dice su Maestro. Y tal luz no debe
ocultarse porque sería defraudar las expectativas que tiene Dios al respecto de
su descendencia. Por eso deben brillar para que se ilumine la existencia de los
que viven en la oscuridad.
JESÚS,
ayúdanos
a ser sal y a ser luz.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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