Viernes III de Pascua
Jn
6,52-59
“En aquel tiempo, los judíos se
pusieron a discutir entre sí y decían: ‘¿Cómo puede éste darnos a comer su
carne?’. Jesús les dijo: ‘En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne
del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que
come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último
día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que
come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el
Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma
vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron
vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre’. Esto lo
dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.”
COMENTARIO
Verdaderamente,
lo que dice el Hijo de Dios en este texto evangélico es muy difícil de aceptar
si no se comprende el fondo de la realidad. En todo caso, lo que sí hace falta
es tener fe en lo que nos dice aquí porque, además, tiene relación con nuestra
salvación eterna.
Todo
se resume en decir y, luego, aceptar, lo referido a su carne y a su sangre. Sin
embargo, no podemos negar que puede costar aceptar una verdad tan misteriosa
como que la carne es carne que lleva a la vida eterna y su sangre es sangre que
a la vida eterna lleva. Y eso es lo que propone Cristo.
Y
dice Jesucristo una gran verdad: mientras los padres en la fe de aquellos
judíos que le escuchan comieron el maná como el pan de cielo, no era el pan que
lleva a la vida eterna. Y Cristo sí lo es.
JESÚS, ayúdanos a aceptar
tu sangre y tu carne.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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