31 de agosto de 2016

Para eso había sido enviado


Miércoles XXII del tiempo ordinario

Lc 4,38-44

En aquel tiempo, saliendo de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: ‘Tú eres el Hijo de Dios’. Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo. 
Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: ‘También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado’. E iba predicando por las sinagogas de Judea.”

COMENTARIO

Por mucho que hubiera quien criticara a Jesús, no iba a dejar de cumplir la misión para que había sido enviado que no era otra que salvar a quien necesitase ser salvado y hacer lo posible para que se salvara.

Eso hace, por ejemplo, con la suegra de Pedro la cual, en cuanto estuvo curada se puso a servir a los presentes agradeciendo, así, aquella curación milagrosa. Por eso muchos acudían a su presencia para ser curados porque había muchos que necesitaban curación.

Pero hay algo muy importante que dice Cristo en este texto: había venido para anunciar la Buena Nueva de la venida del Reino de Dios. Y eso era lo que hacía por muchos problemas que pudiera causarle su actividad predicadora.

JESÚS, ayúdanos a aceptar tu predicación salvadora.


Eleuterio Fernández Guzmán

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