Jueves III
del tiempo ordinario
Mc 4,21-25
“En
aquel tiempo, Jesús decía a la gente: ‘¿Acaso se trae la lámpara para ponerla
debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero?
Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en
secreto, sino para que venga a ser descubierto. Quien tenga oídos para oír, que
oiga’.
Les
decía también: ‘Atended a lo que escucháis. Con la medida con que midáis, se os
medirá y aun con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun
lo que tiene se le quitará’”.
COMENTARIO
Cuando
Jesús predica no puede querer que aquellos que le escuchan se vayan a sus casas
gozosos con lo escuchado y ya está. Sabía que la única forma de que su santa
Palabra y doctrina tuvieran eco en el mundo era que, precisamente, aquellos que
le escuchaban hicieran todo lo posible para que se supiera lo que habían
escuchado.
Lo
que Cristo pide es que aquello que sabemos es bueno para nuestra vida para
nuestra existencia de hijos de Dios lo comuniquemos a nuestro prójimo. Cada
cual en la medida de sus posibilidades ha de ser apóstol del Hijo de Dios.
Es
más, debemos tener muy en cuenta que aquel que crea que tiene fe pero, en
realidad, no la aplica a su vida, será tratado por Dios como si no fuera hijo
suyo. En realidad, no ha cumplido su voluntad y, por tanto, se ha apartado del
Creador.
JESÚS, ayúdanos a ser fieles a la Palabra y
Voluntad de Dios.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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