III Domingo de Adviento
Lc 1,
39-45.
“En aquellos días, se levantó María y se fue con
prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de
Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de
María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo;
y exclamando con gran voz, dijo: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el
fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque,
apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.
¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas
que le fueron dichas de parte del Señor!’”.
COMENTARIO
Cuando el Ángel Gabriel
comunicó a María que su prima Isabel estaba embarazada, ¡de seis meses!, no
dudó ni un segundo en saber qué debía hacer. Se preparó y acudió a Ain Karen
donde vivía junto a su esposo Zacarías.
La llegada de María fue
muy importante para Isabel. Reconoció que llevaba al Hijo de Dios en su seno
aquella que se había desposado con José. Por eso el niño que llevaba ella saltó
de gozo y alegría: había conocido al Mesías.
Isabel sabe que María ha
dicho sí a Dios y que el niño que lleva en su seno (de apenas unos días) es
Quien el Creador había prometido enviar al mundo para que el mundo se salvase.
Por eso también sabe que todo se va a cumplir, que ya se está cumpliendo.
JESÚS,
ayúdanos
a tener confianza en Ti.
Eleuterio Fernández Guzmán
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