Viernes III de
Pascua
Jn 15,1-8
“En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí y decían: ‘¿Cómo
puede éste darnos a comer su carne?’. Jesús les dijo: ‘En verdad, en verdad os
digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no
tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida
eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y
mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en
mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el
Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo;
no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan
vivirá para siempre’”. Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm”.
COMENTARIO
Era,
ciertamente, enigmático entender lo que quería decir Jesús al referirse al
hecho de comer su carne. Aquellas personas aún no estaban preparadas para
entender eso y, a lo mejor, quisieron ver en aquello algún tipo de rito
extraño.
Jesús se
refiere a la Eucaristía. Aún no la había instituido pero cundo habla de su
carne y de su sangre la referencia es clara a lo que luego, en la Última Cena,
hará ante aquellos que allí estén presentes.
Sabe Jesús
que aquellos que comieron el maná murieron. Y que murieron para siempre hasta
que él muera y baje al infierno a liberar a los justos. Pero quien come de su
carne, en efecto, vivirá para siempre.
JESÚS, es cierto que comer tu carne tiene un sentido
simbólico pero más que real. Por eso te pedimos nos ayudes a no dudar nunca de
tu presente en las Sagradas Especies.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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