Miércoles V del tiempo ordinario
Mc 7,14-23
“En aquel tiempo, Jesús llamó a la
gente y les dijo: ‘Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que,
entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que
contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga’.
Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. Él les dijo: ‘¿Así que también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?’ —así declaraba puros todos los alimentos—. Y decía: ‘Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre’.
COMENTARIO
Era común
en el pueblo judío entender que los alimentos, algunos de ellos, eran impuros y
que no debían ser ingeridos por los miembros del pueblo creyente. Sin embargo
eso también lo quiere cambiar Jesús pues no es la doctrina de Dios.
Aquello que
entra de fuera no puede causar daño espiritual en el corazón del hijo de Dios.
Es más se trata de lo que sale del corazón, de aquello que el ser humano piensa
y, luego, lleva a cabo. Ahí está, o puede estar, el daño que se puede llegar a
causar.
Las
intenciones, pues, no vienen de fuera del hombre sino que salen de dentro. Y
esto, seguramente, tampoco gustó mucho a aquellos que creían que, al contrarío,
sí que contaminaba aquello que podía llegar de fuera.
JESÚS, en muchas
ocasiones dices aquello que muchos no quieren escuchar porque les rompen los
esquemas que tienen hechos en su corazón. Ayúdanos a comprender la verdadera
Ley de Dios.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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