Jueves V del tiempo ordinario
Mc 7,24-30
“En aquel tiempo, Jesús partiendo de
allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo
supiese, pero no logró pasar inadvertido, sino que, en seguida, habiendo oído
hablar de Él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y
se postró a sus pies. Esta mujer era pagana, sirofenicia de nacimiento, y le
rogaba que expulsara de su hija al demonio. Él le decía: ‘Espera que primero se
sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los
perritos’. Pero ella le respondió: ‘Sí, Señor; que también los perritos comen
bajo la mesa migajas de los niños’. Él, entonces, le dijo: ’Por lo que has
dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija’. Volvió a su casa y encontró que
la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido.”
COMENTARIO
Una vez Jesús
hubo iniciado su vida pública era difícil que acudiera a algún lugar y nadie lo
supiese. Lo que pasaba entonces era que todas aquellas personas que confiaban
en el Maestro acudían ante Él para que les echara una mano en sus muchas
necesidades… no siempre materiales.
Aquella
mujer sabía que sólo Jesús podía curar a su hija que estaba poseía por un
demonio. Se arriesga, incluso, a que el Hijo de Dios bromee con ella con el
asunto de la comida de los perros. Y ella le sigue la broma pues sabe que es
bueno y misericordioso.
Jesús
comprende que aquella mujer, que se conforma con lo poco que pueda hacer por su
hija, tiene mucha confianza en Él y, por eso, cura a la endemoniada. Otra vez,
como tantas veces pasa a lo largo de la vida de Jesús, la fe ha salvado a
alguien necesitado de ser salvado.
JESÚS, la fe lo es todo para Dios o, lo que es lo mismo,
confiar en el Creador tiene, siempre, buena recompensa. Ayúdanos a mantener
nuestra fe y a acrecentarla.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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