5 de noviembre de 2013

Invitados al Reino de Dios






                                                          Martes XXXI del tiempo ordinario


Lc 14,15-24


“En aquel tiempo, dijo a Jesús uno de los que comían a la mesa: ‘¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!’. Él le respondió: ‘Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Venid, que ya está todo preparado’. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses’. Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir’.
‘Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa’. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena’”.

COMENTARIO

Por mucho que, en demasiadas ocasiones, creamos que somos nosotros los que escogemos a Dios porque somos muy buenos (¡!), lo bien cierto es que es el Creador el que nos escoge. Por eso en esta parábola se invita a venir a una fiesta, a la comida del definitivo Reino de Dios.

Ante tal invitación podemos hacer dos cosas: no aceptarla con cualquier excusa y, entonces, quedar alejados, a lo mejor definitivamente, del Creador y de sus bienes inmensos que bien nos tiene preparados desde la eternidad. Y gozar de ellos es, no lo olvidemos, ¡voluntario!

Pero también podemos hacer oídos buenos y sanos a lo que nos dice el Creador. Nos invita a su definitivo Reino porque nos ama y porque nos quiere con Él. Decir sí a su invitación es ganar mucho porque es alcanzar, nada más y nada menos, la vida eterna.


JESÚS, la invitación que nos hace Dios es franca porque es Padre que ama a sus hijos. Ayúdanos a no rechazar ¡nunca! tal propuesta.





Eleuterio Fernández Guzmán


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