Domingo IV (C) de Pascua
Jn 10,27-30
“En aquel tiempo, dijo Jesús: ‘Mis
ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la
vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi
Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano
de mi Padre. Yo y el Padre somos uno’”.
COMENTARIO
La relación de Jesús con aquellos que
le siguen es muy especial. No se trata de un simple pastor sino del Buen Pastor
que cuida de cada una de las ovejas que Dios le dio para que las llevase a su
definitivo Reino.
Quien sigue a Jesús no muere
espiritualmente porque tiene la vida eterna que el Padre le regala como el don
mayor de su propia existencia. Es más, nadie prevalecerá contra el amor de
Jesús a sus ovejas porque Dios es Todopoderoso y nada se puede hacer contra sus
hijos que así se consideran.
Jesús y Dios son uno. Esto, dicho por
el Hijo del Padre y de Él mismo es más que importante porque supone, y es, para
nosotros, expresión máxima de entrega de parte de Quien nos da la vida y esa
entrega es para siempre.
JESÚS, quien
te sigue sabe, ha de saber y tiene que saber, que tiene asegurada la vida
eterna. Cree en Ti es ganar la vida eterna. ¿Por qué no nos damos cuenta de
esto?
Eleuterio Fernández Guzmán
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