Martes XXXIV del tiempo ordinario
Lc 21, 5-11
“En aquel tiempo, como dijeran algunos
acerca del Templo que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas,
Jesús dijo: ‘Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra
que no sea derruida’.
Le preguntaron: ‘Maestro, ¿cuándo
sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para
ocurrir?’. Él dijo: ‘Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos
usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les
sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque
es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato’.
Entonces les dijo: ‘Se levantará nación contra nación y reino contra reino.
Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas
espantosas, y grandes señales del cielo’”.
COMENTARIO
El texto del evangelio de San Lucas de
hoy nos muestra a Jesús cumpliendo una parte de su misión que era muy
importante y que consistía en avisar del porvenir o, lo que es lo mismo, de
ponernos sobre la pista de qué es, en verdad, lo que nos conviene.
Muchos han de venir diciendo que loasen
de parte de Dios. Sin embargo, no debemos prestar atención porque sólo Cristo
es Dios hecho hombre y sólo a Él, cuando vuelva a estar entre nosotros, ofreceremos
nuestra existencia.
El porvenir no es, en principio, nada
positivo. Han de suceder cosas terribles cuando Jesús vuelva en su Parusía. Eso
debería ser suficiente como para estar bien preparados espiritualmente. Todo ha
de cambiar de forma radical como, a lo mejor, nuestros propios corazones.
JESÚS, muchas veces nos pones ante
nosotros lo que va a suceder en el futuro cuando regreses a la tierra en tu
Parusía. Sin embargo, en muchas y demasiadas ocasiones hacemos que si tal
acontecimiento no fuera a suceder nunca.
Eleuterio Fernández Guzmán
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