Miércoles XVII del tiempo ordinario
Mt 13,44-46
“En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: ‘El Reino
de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al
encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va,
vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.
‘También es semejante el Reino de los Cielos a un
mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran
valor, va, vende todo lo que tiene y la compra’”.
COMENTARIO
Es común no tener en cuenta la importancia que
tiene, para nuestra vida, la que es eterna y, en definitiva, nuestra estancia
para siempre, siempre, siempre, en el definitivo Reino de Dios. Y, así, nos apartamos del Creador
porque, el fin y al cabo, porque no nos conviene seguirlo.
De forma muy contraria debemos actuar porque la
vida eterna es un destino que nos es reservado por Dios para cada uno de
nosotros. Cuando la encontremos, entonces, no queremos perderla nunca porque es
un bien que ni tiene precio ni podemos esperar anda mejor de parte del Creador.
Pero también podemos buscar la vida eterna. Nos es
dada por Dios porque quiere pero tampoco podemos negar que no podemos sentarnos
a esperar que nos sea dada sin hacer nada. Por eso dijo San Pablo que no debía
comer quien no trabajara...
JESÚS, la
vida eterna nos es entregada por Dios porque así es su voluntad. Nosotros, sin
embargo, en demasiadas ocasiones, hacemos como si no supiésemos nada de ella y
como si, en realidad, no nos interesara.
Eleuterio Fernández Guzmán
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