4 de septiembre de 2024

Sanó y todo lo hizo bien

Lc 4, 38-44


"Al salir de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y ésta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos.

Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y Él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. De muchos salían demonios, gritando: '¡Tú eres el Hijo de Dios!' Pero Él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías.

Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero Él le dijo: 'También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado'."

COMENTARIO

Son varias las ocasiones en las que, en el Evangelio, se nos dice que el Hijo de Dios expulsaba los demonios que poseían a personas. Y ellos, claro está, lo reconocían aunque no quisiera Jesucristo que aún se dijera Quién era. 

Son muchas las personas a las que sana el Emmanuel. Las sana porque necesitan ser sanadas y lo mismo le da un pobre ciego o leproso que la suegra de Simón. Él había venido al mundo a que el mundo se salvase y eso era lo que hacía. 

Jesucristo era absolutamente consciente de Quién era. No había duda alguna en su pensamiento acerca de eso y lo manifiesta así muchas veces. Y es que, como dice él mismo, había sido enviado para anunciar la Buena Noticia con todo lo que eso conllevaba. 

JESÚS, gracias por curar y sanar a quien lo necesitaba. 

Eleuterio Fernández Guzmán

No hay comentarios:

Publicar un comentario