3 de noviembre de 2021

La pura realidad de Cristo

Lc 14, 25-33


"Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: 'Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: '“Éste comenzó a edificar y no pudo terminar'”.

¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.

De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee no puede ser mi discípulo.'"



COMENTARIO

No podemos negar que en determinadas ocasiones el Hijo de Dios pone en conocimiento de aquellos que le escuchan realidades espirituales que son más que difíciles… de llevar a cabo. Y es que nadie dijo nunca, y menos Cristo, que seguirlo fuera sencillo ni fácil.

El caso es que hay que olvidar muchas cosas para poder ir en pos del Maestro. Pero no ha de querer decir, como a veces se interpreta, que hay que olvidarse de la familia o de realidades similares. Lo que sí quiere decir es que hay que tener en cuenta lo que nos importa y dar la espalda a lo que impide que eso pueda llevarse a cabo. Eso sí.

De todas formas, también debemos tener en cuenta, como se deduce de las palabras de Jesucristo, que muchas veces lo debemos seguir portando aquello que es cruz para nosotros. Y no es posible dejarla al lado, en el camino. Cristo no dejó la suya.


JESÚS, gracias por decirnos lo que, verdaderamente, importa.



Eleuterio Fernández Guzmán

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