Es verdad, hoy estamos un poco con miedo porque nuestros hermanos en la fe, una vez han conseguido matar al Maestro, seguramente quieren venir a por nosotros. Y es que hemos sido los que hemos seguido al hijo de María y de José más de cerca y debemos ser nosotros, como nos dijo, los que transmitamos la Buena Noticia de que el Reino de Dios está aquí.
Estamos escondidos, lo reconozco. Pero nos acompaña la Madre y por eso estamos más tranquilos pues ella, a pesar del corazón roto que tiene, nos consuela y sabe que su hijo ha de volver. Y nosotros le decimos que sí, que volverá en el último día. Ella, sin embargo, parece saber algo más pues cuando le respondemos eso, siempre sonríe y deja de llorar.
Hoy es sábado, gran día de fiesta de nuestro pueblo. No podemos hacer nada salvo estar aquí, en esta casa donde nos han acogido porque es de un discípulo del Maestro.
Y nosotros le pedimos a Dios
Paciencia para soportar esto,
amor para comprender lo que debemos hacer,
ansia de encontrarnos de nuevo con el Señor,
lucidez para saber salir con bien,
esperanza para no desanimarnos,
y saber orar como Él nos enseñó.
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